Resumen
El
proyecto tiene como objetivo reflexionar sobre las redes de
significación que se tejen en la ciudad.
Partiendo
de un registro fotográfico
realizado en la ciudad de Valencia; se analizaran los distintos tipos de iconografía; así también como
las acciones, intervenciones temporales
y no temporales generadas en la esfera pública.
Con
este trabajo se pretende poner el acento en como interpretamos, intervenimos y re-significamos
la ciudad; desde los aspectos más cotidianos hasta las expresiones más
artísticas.
Entendiendo
que las acciones, intervenciones que se realizan, en algunos casos pueden ser azarosas;
y en otros, conllevan un marcado sello de identidad que pretende plasmar el
autor.
De
esta manera el proyecto se aproximará a entender la ciudad como un texto, donde
se puede realizar diferentes niveles de
lecturas, dependiendo de cómo interpretemos los significados, y de nuestros
saberes previos.
Al
igual que cuando nos acercamos a un texto impreso en papel, la ciudad se nos
presenta impresa en paredes, aceras, contenedores y farolas. Y dependerá de la
lectura que hagamos, la interpretación que haremos de ella.
Generando
así una reflexión de cómo se apropia e interviene la ciudad.
Palabras claves
Ciudad, texto, icono, signo, interpretar, acción,
intervención, temporal, no temporal, re-significar.
Prefacio
La cultura como texto
“La antropología es el estudio de las universalidades y de las
especificidades; un estudio del significado y la lógica de lo que nos parece
extraño. Es el estudio de nosotros mismos, como reflejados en el espejo de los
modos muy diferentes del nuestro propio”
Keesing, M.R.
Esta definición nos acerca al cambio de paradigma que
realiza la antropología a mediados del siglo pasado, con respecto al objeto de
estudio. Abandona los pueblos no europeos, no desarrollados, para embarcarse en
el estudio de los individuos contemporáneos que habitan el mundo actual. Como
define Marc Auge
“La etnología se preocupó durante mucho tiempo por
recortar en el mundo espacios significantes, sociedades identificadas con culturas
concebidas en sí mismas como totalidades plenas; universos de sentido en cuyo
interior los individuos y los grupos que no son más que su expresión se definen
con respectó a los mismos criterios, a los mismos valores y a los mismos procedimientos
de interpretación.”
No fueron pocos los debates que se suscitaron entorno al
cambio en el objeto de estudio de esta ciencia, gran parte de estas cuestiones
son tratadas por Auge en Los
no lugares. Espacios del anonimato.
Auge defiende la postura del cambio de paradigma, ya
que es necesario comenzar a estudiar el “ahora” y el “aquí”.
El aquí europeo, desarrollado y occidental que adquiere todo su sentido diferente
en relación a él “afuera” lejano, antes
“colonial”, hoy “subdesarrollado”, que han privilegiado las antropologías
británica y francesa.
Para ello puntualiza, “(…) la oposición del aquí y del
afuera (una manera de gran reparto —Europa/resto del mundo—que recuerda los
partidos de fútbol organizados por Inglaterra en la época en que tenía un gran fútbol:
Inglaterra/resto del mundo) no puede servir de punto de parida (…)”.Es
un debate tan antiguo y controvertido, por eso Auge aclara que no es Europa lo
que está en cuestión, sino la contemporaneidad.
Y también puntualiza que la discusión no debe
confundir el método con objeto de estudio, pues el objeto de la antropología nunca ha sido la
descripción exhaustiva, de un grupo, un barrio o ciudad.
Lo que Auge propone es un estudio de la contemporaneidad,
y reflexionar en si hay aspectos de la vida social contemporánea que puedan ser
relevantes para una investigación
antropológica, del “aquí” y el “ahora”. De la misma manera que en el siglo XIX
lo fueron el parentesco, de la alianza, del don y del intercambio, que
determinaron que era relevante como “objetos empíricos”, y luego que era
susceptible de reflexión como “objetos
intelectuales” para los antropólogos del afuera.
Propone un cambio de paradigma en el tratamiento del
objeto intelectual, que se concebía
desde la etnología colonialista como un objeto de estudio que permitía
una capacidad de generalización. Por ejemplo el estudio del parentesco en
diferentes grupos y o etnias, y así construir la teoría de “la estructura
elemental del parentesco”, que plantea Lévi-Strauss. Auge propone romper con
este modelo, en el que se elaboran un cierto número de hipótesis generales que
partían de un caso singular “(…) pero que se remiten a la elaboración de
configuraciones problemáticas que exceden ampliamente ese único caso: teorías
de la brujería, de la alianza matrimonial; del poder o de las relaciones de
producción”.
Auge postula
cambiar con el objeto de estudio tradicional de “los otros”, y así terminar
con la tradición de la etnología: los otros /nosotros. Ya no hay un nosotros
europeos y desarrollados, y no existe un otros no desarrollados.
Estas afirmaciones son las que provocan el gran
debate entre los antropólogos mas clásicos, y los que como Auge, proponen el
cambio necesario de estudiar el aquí y ahora. Son dos las cuestiones que se plantean
en el texto, la primera es romper con la idea de que hay dos mundos
enfrentados, el desarrollado, que detenta el poder económico/tecnológico; y el
otro atrasado y primitivo. La segunda cuestión será la de cambiar el objeto de
estudio y acercar la mirada a las nuevas problemáticas sociales de la
contemporaneidad.
Auge profundiza que no es la antropología la que se
ha cansado del estudio de los otros culturales, y cambia de objeto sin más; el
cambio de mirada se debe a las transformaciones aceleradas de la sociedad
contemporánea.
Es por eso que establece tres transformaciones
producto de la aceleración de los cambios sociales, económicos, tecnológicos; y
la superabundancia como consecuencia de ellos.
La primera transformación se daría en el plano del
tiempo, la segunda con el espacio y la última el ego del individuo. Estos tres
conceptos son trabajados desde la perspectiva del exceso.
Cabe explicar que Auge desarrolla dos conceptos
interrelacionados: el de sobremodernidad, y el de superabundancia. Explica que
“Esta necesidad de dar un sentido al presente, si no al pasado, es el rescate
de la superabundancia de acontecimientos que corresponde a una situación que
podríamos llamar de "sobremodernidad" para dar cuenta de su modalidad
esencial: el exceso.
Este nuevo mundo fruto de los vertiginosos cambios,
sufre una superabundancia de tiempo, espacio y ego de los individuos. Esta
sobremodernidad, a diferencia de la modernidad, ya no tiene las medidas exactas
del anterior; “(…) vivimos en un mundo que no hemos aprendido a mirar todavía.
Tenemos que aprender de nuevo a pensar el espacio”.
Si asumimos que esta sobremodernidad ha perdido los grandes relatos, sus grandes preguntas
y sus respuestas; ya no hay verdades absolutas. Se ha desintegrado las ideas de
evolución y progreso; entendidas en sus concepciones modernas y positivistas.
Se genera así, un cambio radical en la cosmovisión
del hombre, que la antropología debe aprovechar.
Auge enfatiza lo positivo del cambio, teniendo en
cuenta no caer en pasados errores, tales como tratar a culturas como textos. Evitar
así, las categorizaciones de homogenización o mundialización de la cultura.
Los problemas a los que se enfrentan los
antropólogos según Auge, son los mismo de siempre ¿cómo pensar y situar al
individuo?
Es por ello que cita a Michel de Certeau, en L'Invention du quotidien, donde “habla
de "astucias de las artes de hacer" que permiten a los individuos
sometidos a las coacciones globales de la sociedad moderna, especialmente la
sociedad urbana, desviarlas, utilizarlas y, por una suerte de bricolage
cotidiano, trazar en ellas su decoración y sus itinerarios particulares. Pero
estas astucias y estas artes de hacer (Michel de Certeau era consciente de
ello) remiten ora a la multiplicidad de los individuos término medio (el colmo
de lo concreto), ora al término medio de los individuos (una abstracción)”.
Auge propone una reflexión a los antropólogos, la de
una nueva mirada, ya que este continuo aceleramiento provoca cambios que afectan
a las categorías de espacio/tiempo, mediante las cuales el hombre se crea a sí
mismo, y a su entorno.
Las tres transformaciones del exceso con las que se
define la sobremodernidad, generan la superabundancia
de acontecimientos, de espacio, y de individualización del hombre.
Si examinamos la transformación del espacio, para
Auge la organización de éste se hace inabarcable, generando así una aceleración
constante de cambios sociales y tecnológicos. Provocando una nueva concepción
de la arquitectura; así también, como en los medios de transporte. Estos
cambios estructurales del espacio son los que posibilitan el nacimiento de los "no lugares". Concepto que acuña Auge en contraposición al de “lugar” de Mauss.
“Los no lugares son tanto las instalaciones necesarias
para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de
rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros
comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan
los refugiados del planeta”.
Auge reivindica este cambio de paradigma en el objeto de
estudio, como necesario para descentralizar la mirada del etnólogo. Ya que este
mundo de la sobremodernidad ha cambiado tan deprisa que aun no hemos aprendido
a mirarlo. Debemos aprender de nuevo como concebir el espacio/tiempo. No
se pueden ignorar las complejidades y contradicciones de esta nueva etapa,
debemos asumirla como “un mundo diferente, cuyas razones y sin razones los
antropólogos de mañana tendrán que comprender, como hoy”.
La
máscara de la hermenéutica
“Los límites de la visión culturalista de las sociedades,
en tanto se considera sistemática, son evidentes: esencializar cada cultura
singular es ignorar
a la vez su carácter intrínsecamente problemático, del que dan testimonio sin
embargo en cada momento sus reacciones ante las otras culturas o ante las
sacudidas de la historia, y la complejidad de una trama social y de posiciones
individuales que no se pueden nunca deducir del "texto" cultural”.
Cuando tuvimos que pensar en el tema del trabajo
varias ideas fueron cotejadas, pero todas relacionadas con la cultura y la
ciudad.
La cultura esta tejida por los significados
producidos por los individuos que la habitan; pero la idea de estudiar la
cultura como un texto, se ha quedado vacua hace tiempo, como ya se explico en
el apartado anterior.
Pero nos parecía interesante parafrasear y así subvertir
el significado, por el de “la ciudad como texto”, entendiendo que la ciudad
también está construida por significados.
Si se asume la dificultad para interpretar una
cultura, también ocurrirá lo mismo con una ciudad. Y con ella toda la cadena de
problemas epistemológicos que ha dejado la hermenéutica en la antropología.
La idea del estudio de la cultura como texto,
plantea que estos deben ser leídos e interpretados por el investigador, y se plantean
nuevos problemas sobre el conocimiento.
¿Cómo podemos conocer otras culturas? ¿Podemos
realmente interpretarlas?
La antropología interpretativa o simbólica tiene
como propósito registrar los discursos efectuados entre antropólogo y los
individuos de otras culturas.
Si la metodología utilizada es la observación
participante, los resultados dependerán
de los “dones interpretativos”, en este caso del antropólogo. Se tendrían que
desarrollar una serie de dones interpretativos para no caer en la máscara de la
hermenéutica.
Volviendo a las preguntas formuladas más arriba, el
problema al que nos enfrentamos es un problema gnoseológico, donde se parte de
la idea de que el conocimiento es desigualmente distribuido. Entendiendo que el
conocimiento al igual que el poder y el dinero se distribuyen según el lugar
que cada individuo ocupe en esa sociedad.
Keesing resalta la existencia de una desigualdad de
saberes, aun en sociedades no capitalistas, donde el saber no se distribuye de
manera equitativa. En casi todas las sociedades existe una jerarquía social, y
o económica, donde el saber/poder no es detentado por todos, sino que es
legitimado por unos pocos.
Tendría que darse una sociedad totalmente
igualitaria en todos sus aspectos, para que el conocimiento se distribuyera,
como todo lo demás, de manera igualitaria.
Si la distribución del saber, por ende del conocimiento,
no se distribuye de manera igualitaria, como podemos entonces ser capaces de
conocer una cultura. Si el conocimiento es diferencial, también lo serán las
lecturas. Podríamos utilizar la metáfora de la cebolla, cada capa establece la
cantidad de conocimiento que se detenta. Siendo así, las últimas capas serian las
que poseerían el conocimiento máximo. Los mas letrados y por ello los
detentores del saber/poder.
Las culturas son algo más que textos, algo más que redes
de significación que se tejen constantemente. La hipótesis de Bob Scholte,
plantea que no podemos obtener un conocimiento absoluto de casi nada, por lo
que la cultura como texto asume “redes de mistificación” así como de
significación.
Entendiendo que cada significado encierra una manera de
ver el mundo, estos se entretejen formando una cultura. Las culturas construyen
ideologías, ocultando las realidades cotidianas de las prácticas sociales y
económicas, aun en las sociedades no capitalistas, o sin división de clases. También
en ellas, la ideología opera como vehículo de poder que alcanza a unos pocos,
que son dominados por los que lo detentan el saber/poder.
La cultura como ideología legitima espacios de saber/poder, tanto en las sociedades capitalistas, como
en las que no se ha desarrollado. De esta manera, la cultura como texto debe
tener en cuenta quien crea y define los significados y con qué fines. La
definición de Scholte postula que “uno no puede simplemente definir hombres y
mujeres en términos de tramas de significación que ellos hilan ya que, unos
pocos hacen el hilado real mientras que la mayoría esta simplemente atrapada”.
Para obtener un conocimiento lo más aproximado al real,
se debe tener en cuenta quien, como, y con qué fin produce los significados. Desvelar
quienes quedan atrapados en las redes de significación, y así, desenredar la trama.
Para poder comprender que la cultura se teje por pocos y enreda a muchos, implicándolos
y atrapándolos, y va a depender del contexto, la interpretación que se haga de
estos significados.
De esta manera se lee la cultura dependiendo de la
posición que se ocupe dentro de una sociedad, o bien de la relación saber/poder
que se ejerza en esta.
Ha quedado explicado que no se pretende realizar una
interpretación desde la hermenéutica, pero si, aproximarnos a las redes de
significados que se tejen en la ciudad.
La ciudad como texto
“Es “abajo” al contrario (down), a partir del punto donde
termina la visibilidad, donde viven los practicantes ordinarios de la ciudad.
Como forma elemental de esta experiencia, son caminantes, Wandersmänner, cuyo
cuerpo obedece a los trazos gruesos y a
los más finos (de la caligrafía) de un “texto” urbano que escriben sin poder
leerlo. (…) Los caminos que se responden en este entrelazamiento, poesía
inconsciente de las que cada cuerpo es un elemento firmando por muchos otros,
escapan a la legibilidad.
(…) Las redes de estas escrituras que avanzan y se cruzan
componen una historia múltiple, sin autor ni espectador, formada por fragmentos
de trayectorias y alteraciones de espacios: en relación con las
representaciones, esta historia sigue siendo diferente, cada día, sin fin”.
Nos ha parecido pertinente introducir la cita de De
Certau, ya que en ella se unen dos de los postulados de este trabajo, estos
son: “los practicantes ordinarios de la ciudad”
y “las redes de estas escrituras” .Los que practican la ciudad son los
que escriben un texto propio pero a la vez de todos; son los que realizan la
acción de intervenir el espacio urbano. Y las redes, que son escritas por esos
practicantes, describen una “historia múltiple”, una historia que es escrita a
cada instante. Por lo que la ciudad se construye entonces, de estos relatos
anónimos que van dejando los practicantes ordinarios.
Estos textos son fruto de la experiencia de caminar, el
individuo en su acto de andar va trazando una caligrafía, y con ella una
“poesía inconsciente” .Cada cuerpo anónimo, cada practicante ordinario, firma
la ciudad; tejiendo en ella una red de escrituras, caligrafías, narraciones,
textos.
Fruto de las trayectorias personales, de las
“alteraciones de espacios” de los caminantes, es que se construye la ciudad.
Una ciudad que cambia minuto a minuto, ya que cambian sus paseantes y las
alteraciones que realizan en ella. Se construye así una ciudad escrita y
mutante. Un espacio urbano entretejido por seres anónimos que no buscan más que
dejar su huella, en el gran entramado escrito en el que habitan.
A partir de estos postulados, es que proponemos un
estudio de la ciudad como texto.
El objeto de estudio por lo tanto, es la red de
significados que se tejen en el espacio urbano. Teniendo en cuenta que cada significado,
es una construcción simbólica/ideológica de un individuo o grupo, que pertenece
a un contexto social y económico determinado. Esta producción de significados será
fruto de su contexto.
Dentro del gran tejido de significados que presenta la ciudad,
nos ceñiremos al estudio del grafiti, como huella que deja un individuo en la
ciudad. Entendiendo esta huella como consecuencia de una necesidad personal/grupal
de firmar, tatuar, dibujar y así intervenir el espacio urbano. Generando un
relato que puede leerse o intentar interpretarse, pero para el que debemos
conocer todas las variables que entran en su producción, para no caer en una
mala traducción de significados.
Marc
Auge, Los no lugares. Espacios del
anonimato. Barcelona, Editorial Gedisa S.A. 2000, págs. 39,40.
Carl Marx plantea una sociedad con estas características: el socialismo. Si bien
en los siglos pasados no se pudo llevara a cabo la implantación de dicha forma
de gobierno; en la actualidad formas de organización como las “eco-aldeas”
plantean modelos alternativos, estos se han consolidado en pueblos de Gran
Bretaña, Nueva Zelanda y Australia. Aun es muy pronto para establecer estudios
comparativos de dicho modelo de sociedad. Para más información véase Intrasicion, como modelo de permacultura.